MANUEL GIRONA: UNA FIGURA EXCEPCIONAL Y ÚNICA

La figura de Manuel Girona Agrafel, a pesar de haber sido objeto de numerosas monografías y trabajos parciales, no ha sido abordada todavía en toda su dimensión e integridad.  Sin embargo y por fortuna, a diferencia de algunos otros personajes de la Cataluña del XIX, su obra ha sido más o menos significada y puesta de relieve por diversos autores. Aun así, es mucho lo que queda aún por destacar para conseguir que la misma emerja como lo que fue: la figura capital en la construcción de la Cataluña moderna.

 

 

Bien es cierto que las posibilidades de su actuación descansaron en un primer momento en el soporte brindado por su padre: Ignacio Girona. Y ello, tanto a nivel financiero como formativo, pues no en vano Manuel se inició en el mundo mercantil de su sabia y experimentada mano. Sin perjuicio de ello, serían sus dotes, su pasión y su férrea voluntad las que le llevarían a seguir la línea de su progenitor y a convertirse,  asumiendo sus visiones y planteamientos, en el hombre clave de todo el proceso de desarrollo industrial del Principado hasta inicios del siglo XX.

 

 

Tras las actividades desarrolladas junto a su padre y su viaje por Europa en busca de experiencias y mayores conocimientos, el primer paso de su actuación pública fue la creación, en 1844, del Banco de Barcelona. Entidad crediticia desde la que diseñaría una activa y comprometida política destinada a auxiliar el desarrollo de toda actividad económica que situara a Cataluña en los niveles que por derecho propio le correspondían.

 

 

Bajo un claro concepto integrador entre familia y empresa, diseñó las líneas básicas de una actuación orientada a posibilitar económicamente la construcción de las grandes infraestructuras que el país necesitaba para salir del estrangulamiento que padecía. Aunque dicha actuación fue de variada naturaleza, los ejes principales a los que dedicó su actuación fueron tres: el ferrocarril de Barcelona a Zaragoza, el canal de Urgel y el puerto de Barcelona.

 

 

En sintonía con los postulados que inspiraban su actuación, y con independencia de tales líneas esenciales de trabajo, Manuel Girona desarrolló un papel esencial en todos y cada uno de los ámbitos concurrentes en el proceso de desarrollo industrial que trataba de propiciar. Especial atención cabe prestar a sus desvelos en el terreno de la prospección minera, la metalurgia, la mecánica, la navegación y, sobre todo, a sus intentos por desarrollar, como base de todo ello, el ramo siderúrgico en el Principado. Aspecto concreto en el que sus logros no estuvieron en consonancia, como sí lo estuvieron en los demás,  con su interés y con sus denodados esfuerzos.

 

 

En cualquier caso, su intensa y simultanea dedicación a todo ello empezó a arrojar, ya a mediados de la década de 1850 sus primeros y trascendentales frutos. El primero de ellos, el ferrocarril de Barcelona a Granollers y, poco después, el de Barcelona a Zaragoza, ambiciosa iniciativa destinada a conectar el importante puerto barcelonés con el interior peninsular. Tanto con Madrid (la capital política de la Monarquía), como con el centro de Castilla (proveedor de la enorme demanda cerealista catalana) o los puertos del Cantábrico (que debían dar lugar a la existencia de un poderoso eje de comunicación entre ambos mares).

 

 

Tachada la iniciativa de ilusoria y descabellada por la mayoría de sus contemporáneos, venció Girona los obstáculos políticos, financieros y técnicos que jalonaron la construcción de este importante eje ferroviario hasta conseguir, en 1861, alcanzar la capital del Ebro. Dejó así establecida la primera conexión ferroviaria española de importancia, con más de 350 kilómetros de longitud. Todo ello en base, exclusivamente, a capital y a facultativos autóctonos.

 

 

Otro hito en el desarrollo general del Principado lo supuso al construcción del canal de Urgel. Obra considerada irrealizable desde siglos atrás y que, gracias a las capacidades de Manuel Girona pasó a convertirse, para satisfacción de su padre y beneficio del conjunto del Urgel, en una realidad. La intención al propiciar la fertilidad de las vastas llanuras urgelenses era la que éstas se convirtieran en el granero suministrador de toda la producción cerealista que la zona urbana de Barcelona demandaba.

 

 

El tercer eje fundamentalmente contemplado para el desarrollo de Cataluña fue la ampliación y modernización del puerto de Barcelona. Sus instalaciones obsoletas no se hallaban en consonancia con la potencialidad ofrecida por la industriosa y pujante Barcelona. Así, a la par que se establecía el ferrocarril de conexión con todo el interior peninsular y el Atlántico y se construía el canal de Urgel, era necesario capacitar las instalaciones portuarias barcelonesas para el multiplicado servicio que todo ello iba a hacer necesario prestar.

 

 

A estas tres fundamentales líneas de actuación, se sumó en materia de infraestructuras el desarrollo de la red de carreteras del Principado. A la par que la extensión de las líneas férreas, resultaba necesario adecuar todos aquellos canales de comunicación que permitieran una fácil afluencia a las mismas e hicieran posible obtener de ellas todo su rendimiento social y económico.

 

 

Además de su presencia, durante décadas, al frente del Banco de Barcelona, su vinculación a otras corporaciones y entidades de Cataluña fue amplia y prolongada. Una de las más señaladas, fue la presidencia de la Cámara de Comercio de Barcelona desde su propia creación. Al frente de la misma defendió como nadie los intereses sociales y económicos de la Cataluña finisecular.

 

 

Otro señalado hito en su trayectoria fue el de la Exposición Universal de 1888. Nombrado comisario regio de la misma y colocado al frente de su preparación, logró que esta tuviera el alcance y la brillantez que tuvo, después de que muchos de sus contemporáneos estuvieran convencidos de que las circunstancias no hacían posible la celebración en Barcelona de un evento de aquella importancia internacional.

 

 

Mientras ejerció como senador vitalicio por designación real, llevó todavía a cabo en los últimos años de su vida singulares e importantes actuaciones que quedarían para la posteridad. La más importante fue la de costear de su bolsillo particular la construcción de la fachada de la catedral de Barcelona. Catedral, que incomprensiblemente, no tenía hasta aquel momento una fachada en consonancia con la importancia y proyección internacional con que contaba la ciudad condal.

 

 

Una de sus últimas tareas fue la de dirigir, al frente de la Junta de Vigilancia creada al efecto, la construcción del edificio de la nueva Aduana de Barcelona. Edificio emblemático de la fachada marítima barcelonesa que, junto al monumento a Colón, caracteriza visualmente al día de hoy el frente marítimo de la capital catalana.

 

 

En virtud de todo ello, resulta moralmente inexcusable propiciar cuanto tenga que ver con la investigación histórica en torno a la figura de Manuel Girona. Sólo así podremos acercarnos cada vez más a un conocimiento completo, real y concreto sobre el papel jugado por este hombre singular, sin cuya actuación pocas cosas de la Cataluña actual serían lo que son. A esa misión se ha consagrado el Círculo Histórico Manuel Girona, el cual queda desde este momento a su disposición.

 

 

Círculo Histórico Manuel Girona

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